70 KILÓMETROS Madeja de lana y dos vasos de papel
70 Kilómetros


2013
Madeja de lana y dos vasos de papel
Φ 41 cm
70 KILÓMETROS Madeja de lana y dos vasos de papel

70 Kilómetros

2013
Madeja de lana y dos vasos de papel
Φ 41 cm


70 KILÓMETROS Madeja de lana y dos vasos de papel
70 KILÓMETROS Madeja de lana y dos vasos de papel
70 KILÓMETROS Madeja de lana y dos vasos de papel
70 KILÓMETROS Madeja de lana y dos vasos de papel

70 KILÓMETROS


2013
Madeja de lana y dos vasos de papel
Φ 41 cm

La idea de llegar a estar lejos de mi madre nunca me atormentó; me parecía un hecho muy habitual en la familia. Hasta que lo viví, no como una tormenta pero sí lo sentí. Fue catorce días después de haber cumplido mis dieciocho años, quizás algo vieja para el ranking que se llevaba en mi casa. Recuerdo haber empacado con mi madre dos maletas en las que la prioridad era cubrirme del frío, por lo que llevaba más cobijas que ropa (y algunos libros y libretas llenos de apuntes que ella me sugería para el inicio de esta nueva etapa).

Todo pasó en menos de doce horas. Llegamos muy en la mañana a la nueva ciudad; era fría y montañosa como lo esperábamos, un opuesto a la planicie y al bochorno del Valle del Cauca.

Teníamos un itinerario, al final del día ella se regresaría. Y así fue, llegamos a la estación del teleférico, por un momento nos quedamos en silencio, sólo la lluvia de esa tarde lograba desordenar ese momento y, antes de subirse, ella me mira y me dice: Cuenta las horas y los kilómetros que nos separan, cuando lo hayas hecho, verás que no es tan grande la distancia. Finalmente, la puerta se cierra y mi madre se va en medio de muchas líneas de agua.