LLAVE MIXTA.  Piedra tallada
Llave mixta

2015
Piedra tallada
15 x 2,5 cm
LLAVE MIXTA.  Piedra tallada

Llave mixta

2015
Piedra tallada
15 x 2,5 cm


LLAVE MIXTA.  Piedra tallada
LLAVE MIXTA.  Piedra tallada
LLAVE MIXTA.  Piedra tallada
LLAVE MIXTA.  Piedra tallada

LLAVE MIXTA


2015
Piedra tallada
15 x 2,5 cm

(Texto que hizo parte de la investigación curatorial para la exposición individual de Sonnia Yepez en Museo La Tertulia, 2018)

El tiempo de las piedras es otro tiempo.

Sus heridas y sus materias son los segunderos y minuteros que tiene el arqueólogo para medir el tiempo más allá del tiempo, cuando hay que imaginarlo todo: la edad de la piedra existe solo como imagen. Diferencia del pasado inmediato, de la historia, del documento y del relato que tiene corporalidades y consecuencias a la luz de un entramado de signos (la piedra se puede leer como documento).

Solo tenemos la piedra (así misma) y la ciencia para concebir de lejos un mundo difícil de concebir, antes de la historia, incluso antes de la vida.

Por eso pensar en la edad de la piedra es contradictorio: Primero porque en la piedra no hay un génesis ni desenlace, como parece tenerlo la vida y la historia: bajo el afán de poner mayúsculas para empezar (nacer, nombrar), y puntos finales para cerrar, como si las cosas se cerraran…

La piedra solo se tiene a sí misma. Y crece y decrece sin que nadie la vea; existe como el árbol que se cae en el bosque solitario porque ella es el propio testimonio de su caída, del polvo y la tierra adherido, de la fuerza que hizo el planeta para comprimir materias en una sola piedra, o dividir una grande en varias pequeñas.

Las piedras que iban a ser arrojadas a la mujer sorprendida en adulterio (según la biblia) probablemente hoy trancan una puerta o sostienen la parrilla de una fogata…

Ahora bien,

Las piedras, crudas, luego de permanecer quién sabe cuántos años por ahí, empezaron a ser extensiones de las pasiones del ser humano. A ser golpeadas entre sí. Antes de leerlas (leer sus edades, leer sobre lo que ellas se escribía), las piedras empezaron a guardar otro testimonio, el del surgimiento de una vida que no solo les daba uso, sino sentido: algunas piedras siguen siendo adoradas (por lo menos la piedra en representación o presencia de algo más allá, lejano, que se proyecta desde la cabeza del adorador; el símbolo se arroja sobre la piedra).

Ahora bien,

La escritura llegó como la posibilidad de convertir la idea en piedra. Instituirla; darle cuerpo, convertir la idea en objeto contundente.

Pero,

Si la idea es una tautología, no una contundencia sino un bucle, una paradoja o un poema, ¿Cómo la contundencia de la piedra permitiría dicha blandura? Si, por un lado, ha sido convertida en dios, en reliquia, en cosa (o en escultura) y su función (de la que es testimonio ya no la piedra sino (su forma) y su uso) se ha consolidado, ya no por un planeta que junta materias sino por un ser que junta subjetividades… Por otro lado, porque es indiferente a todo ello.

Por decirlo de otra forma, ¿Cómo lo escrito en piedra permitiría la maleabilidad del lenguaje?

Entonces,

El arte, la alquimia y la espiritualidad son lo más cercano a la capacidad de trasmutación que tiene el ser humano; sin tener esa capacidad “es como si”. Sin embargo, sigue sin tenerla.

Hay un arte, cerrado y tautológico, en cuya práctica la piedra es piedra y la subjetividad ya no se arroja sobre la piedra (ya no es, por ejemplo, un cuerpo o un símbolo) sino que se arroja al sistema en que esa piedra llega y se muestra (sistema del arte) donde paradójicamente la piedra puede aspirar a ser otra vez una piedra.

Ahora bien,

Y en este sentido, se inserta este juego, uno que era necesario, y es el choque de palabras dentro de ese sistema del arte, donde la piedra ya fue piedra pero (a)parece otra cosa: una llave mixta tallada en mármol gris de Santo Tomás de México. Todo en torno al silencio de su “parecer” es tautológico: herramienta sin serlo que sigue siendo piedra pero bajo un diseño convencionalizado, bajo parámetros de estandarización industrial… Todo contrario, pero en sí misma.

Como si se pudiera ser dos cosas a la vez es lo más cercano que tenemos de una transmutación. Como si se pudiera ser dos cosas a la vez, y la contundencia de la piedra tuviera por un momento la vacilación de alguna blandura: como escultura y engaño, como herramienta y como objeto que no sirve para absolutamente nada, pero al que habría que hallarle su uso, tal como una piedra cualquiera del río: potencial herramienta; es decir, potencialmente sí misma.


Breyner Huertas
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