VARILLA.  Cerámica
Varilla

2014-2018
Cerámica
Varilla Φ 1,5 x 70
Fleje 17 x 17 Φ 0,5 cm
VARILLA.  Cerámica

Varilla

2014-2018
Cerámica
Varilla Φ 1,5 x 70
Fleje 17 x 17 Φ 0,5 cm


VARILLA.  Cerámica
VARILLA.  Cerámica
VARILLAS.  Cerámica
VARILLA.  Cerámica

VARILLA


2014-2018
Cerámica
Varilla Φ 1,5 x 70
Fleje 17 x 17 Φ 0,5 cm

De niño fui mono. Bajaba las escaleras, saludaba a la visita que se recibía en la sala, iba al fondo y, antes de llegar al estudio, doblaba a la derecha para dar con la puerta destartalada que custodiaba, con un pasador torcido y estruendoso, la naturaleza primate de los niños: el patio trasero. Cuatro paredes, un piso y un techo de varillas era lo que contenía la algarabía de aquellos movimientos, la liberación de la energía acumulada en el portarse bien. Siempre reclamé no poder atravesar el cielo enrejado, porque era la diferencia entre la monotonía ortogonal de las paredes y un interminable mar (o serían montañas) de tejas de barro vecinas, en todas las direcciones. O eso pensaba yo, cada vez que quedaba colgado de manos o de pies a las varillas, embadurnándome la piel de óxido, seguro de que resistirían tres veces mi peso. A diferencia de las tejas que, por cierto, mamá hablaba de cambiar cada tanto ya que una nimiedad las rompía. Y quedaba yo inconsolable, porque las varillas no me permitían ir más allá, pero de permitírmelo, las tejas de barro no me dejarían avanzar más de dos pasos sin que todo el techo se volviera añicos. Y en eso se me fue el sueño bípedo de dejar de columpiarme entre varillas muy duras para franquear, y comenzar a andar en tejas de barro muy frágiles para sostenerme.


Miguel Ángel Guevara Naranjo