ARMATODO
Ladrillo tallado
1,5 x 1,2 cm.
Años 80. Dos niños bogotanos de diferente posición social.
El primero construye un castillo con bloques de plástico que saca de un cubo. Las fichas están regadas
por todas partes. Los colores no combinan pero no importa, la construcción modular siempre es
susceptible al cambio. Las paredes son gruesas y las ventanas se fijan con un click. Las piezas que
cubrían el piso de la habitación del niño van desapareciendo y le dan altura a los nuevos niveles de la
estructura. Arma las torres y arma los puentes, y cuando se equivoca, desbarata y repite.
El segundo niño sobrevive de milagro. Trabaja en una ladrillera cargando restos de ladrillos imperfectos,
dañados y rotos en la zona de reciclaje. No gana casi nada y vive en un cambuche que curiosamente es
de latón.
El primero creció y se hizo arquitecto. Hace la planeación de todo digitalmente. Ya no toca los
materiales o las herramientas, ni siquiera los aparatos de medición. Construye todo en su cabeza y lo
traduce en el computador de su oficina. Un diseño para personas de características ideales, al servicio
del ego de su creador.
El segundo es parte de un escuadrón antidisturbios. Su jefe de comando lo ha convertido en favorito
porque reconoce los diferentes calibres y composiciones de los materiales compuestos para la
construcción que se pueden encontrar en las esquirlas.
Inicio de 2017. Dos hombres bogotanos de diferente posición social.
Carlos Bonil