2018
Grafito comprimido y cajón de chibalete.
54,5 x 43 x 22,5 cm.
2018
Grafito comprimido y cajón de chibalete.
54,5 x 43 x 22,5 cm.
CHIBALETE
Grafito comprimido y cajón de chibalete.
54,5 x 43 x 22,5 cm.
Mi abuelo era tipógrafo. Vivía encerrado en su taller mientras yo, absorto en mis fantasías usaba su
casa como fuerte de aventuras. Un día, entre juegos de vaqueros e indios, con mi ballesta improvisada
de palos y cabuyas, lancé una bala de cañón. Estaba en plena emboscada. Por fin lo tenía, y esa pelota,
esa bala fue rápidamente entrando al despacho, tirando todo a su alrededor y de últimas, como meta
final le dio al chibalete. Esa mesa gigante de madera, empezó a moverse torpemente hasta que los tipos
de bronce se desparramaron por el suelo, por todas partes. Las Aes cayeron lejos de las Os y las Es,
eran incontables y se desparramaron al lado de las consonantes.
Mi abuelo enojado, se pasó la tarde entera recogiendo cada tipo poniéndolo cuidadosamente de nuevo
en la caja, en su debido espacio, que se lo sabía de memoria. Yo en cambio, estaba en la esquina
molesto por no haberle podido dar al indio que se escondía detrás de ese gran chibalete. Hoy en día
todavía no entiendo por qué había tantas Es en el suelo y por qué no pude atrapar al indio.
(A.Rojas)
Hay encuentros que le recuerdan a uno la infancia, otros que solamente le despiertan algo a uno.
Como ver esas fotografías antiguas, en un mercado de pulgas. Uno se pregunta la historia de dónde
viene esa imagen, de donde viene esa fábula de otro siglo, década, que quizás están perdidas en el
tiempo. A mi me pasan esos encuentros en esos mercados, llenos de historias de todos y de nadie.
Encontrar una cámara, una foto, una carta, un florero, una caja de música. Hay cosas que solamente
son encuentros fortuitos y solo lo llaman a uno. Quizás eso le pasó a Sonnia con el Chibalete. Algo
la llamó a ese encuentro. A veces esa curiosidad es la que nos invita a dar el paso.
Chibalete.
Chi-ba-le-te
1 I, 1 A, 2 Es, 4 consonantes.
La caja, rectangular, cuenta con separaciones en donde cada letra o signo tiene su ubicación
especial. El cajista, operario o tipógrafo, sabía de memoria la ubicación de cada letra e iba
sacándolas, una a una, para ir conformando las palabras, las frases y armar artículos rápidamente.
Después, cuando los artículos armados en páginas se habían impreso, venía la labor de la
distribución. Tomando los pequeños tipos aprisionados por el índice y el pulgar los soltaba cada uno
en su sitio, sin equivocaciones. Mientras escribo esto, puedo borrar las palabras, mil veces, sin
pensarlas. Nunca he visto funcionar de nuevo un chibalete. No se usan más. Siempre se prefirió la
rapidez. Antes se organizaba el lenguaje, creo que ahora solo las palabras brotan a millón, no las organizamos, no las
planeamos, somos como ese momento donde la pelota botó todas las letras del
chibalete y se recogieron en desorden y nosotros, solo buscamos a veces como volver a
memorizarlas, como encontrarles un orden.
Angélica Rojas.